Vivimos en un mundo cubierto de olvidos.
Redefinimos constantemente la forma de nuestra memoria en el encuentro con las mareas del recuerdo y del olvido,
como espectadores de lo que se diluye en el vasto mar de lo olvidado:
sabiendo que en esa partida, se lleva buena parte de nosotros.
El mundo está hecho del olvido que cubre discretamente cada rincón en donde se esconde la nostalgia.